Autorretrato

Texto para la exhibición en el centro cultural JL Borges. Por Ana María Batistozzi

Guadalupe Fernández elige la ensoñación de una escena nocturna como instancia capaz de representarla. Minuciosa hasta la exasperación, su pintura se detiene en los detalles que articulan una escena colmada de misterio: los reflejos de la luna en el agua, las ramas de un árbol y un cuerpo femenino que emerge en penumbras. ¿Es el misterio que atraviesa los pensamientos nocturnos de una joven mujer que se piensa a sí misma lo que configura este paisaje cargado de erotismo? ¿O acaso el íntimo placer del propio descubrimiento lo que define esta imagen?

    Por mucho tiempo el espacio de lo doméstico definió al ser femenino dentro de límites muy precisos.  Esta escena que construye Guadalupe Fernández da cuenta de su apertura hacia territorios que disuelven las fronteras entre sueño y realidad.. La frondosa imaginería de la artista encuentra en él su hábitat natural. La ubica en una zona que se dirige fundamentalmente a los sentidos, donde el espacio de la razón parece cancelado para hacer sitio al sueño y la voluptuosidad.

    No cabe duda que el paisaje es para la artista una morada, suave y a la vez caliente; una zona de deslumbramiento que no cesa de descubrir. Hay algo de simbolista en esta escena que funde el cuerpo femenino con la naturaleza nocturna y desafía nuestra mirada en el punto en que lo visible surge de lo invisible. Acaso sea en la secreta armonía que establecen estos dos términos donde reside el plus poético que la define y la convierte en algo mucho más abarcador que la mirada que una artista ofrece de si misma.

Ana María Battistozzi
“autorretrato”
6-23/3/2001
c.c.Borges -130 artistas /24 curadoras